En el norte de Europa vivía un personaje, alejado de la ruidosa y poblada ciudad de Oslo (Noruega). Solía inventar cosas que nadie se puede imaginar.
A finales de año y en plena temporada de invierno, cientos de ingenieros e inventores se congregaban en la capital, para presentar los inventos más ingeniosos. El ganador tendría un premio de 1 millón de €.
Harry, es como se llamaba nuestro inventor, había diseñado una máquina del tiempo. Mucha gente se reía de él cuando escuchaban su creación.
Los habitantes del pueblo pensaron que estaba loco, pero cuando llegó el momento de ver la prueba de su invento Harry llamó al alcalde. Y ante la mirada de los asistentes le preguntó ¿Dónde quiere viajar en el tiempo? El alcalde se mofaba y contestó –quiero regresar a mi niñez-. Hasta ahí llegó, donde pidió, pudo ver todo lo que el paso en su niñez.
A la vuelta del alcalde, los asistentes que no creyeron en este inventor quedaron asombrados con la afirmación del invento y decidieron otorgarle el primer premio y el respeto de todos los ciudadanos.